Enloquecida por la pandemia, la confinor y la desescalada emocional

Bueno señor@s, aquí me tienen una vez más incumpliendo mis promesas. Porque ni he escrito, ni he vivido ni nada de nada. Y es que, si cuando empiezas a hacer planes, te pilla una pandemia mundial… Pues va a ser que no haces nada más, ¿sabes? Por eso hoy estoy Enloquecida por la pandemia, la confinor y la desescalada emocional y ahora verán porqué.

Pues miren, a decir verdad, la pandemia me pilló a contrapie y me dejó bastante estupefacta. Lo de que nos encerraran a todos me parecía de ciencia ficción… Y allí nos quedamos, cumpliendo a rajatabla el confinamiento en nuestro pisito con los pichones. Eso sí, yo he salido every day… Trabajador esencial, hacemos gel en el polígono y lo del teletrabajo en mi empresa… pues como que no.

Así que salí cada día a trabajar, me paró la UME varias veces, la polícia otras tantas, vi las calles totalmente desiertas mientras escuchaba el Facciamo Finta Que… Y lloré cada 8 horas, como si me tomara un antibiótico. Sobretodo por mis niños y por pensarlos encerrados sin posibilidad de salir. Y como todos, hablé con mis vecinos de balcón a balcón, con mi hermana de balcón a calle, salí a aplaudir, y volví a casa durante el aplauso, cosa bastane impresionante la verdad. Salir del aparcamiento en una calle desierta y apocalíptica, y que de repente se escuche un aplauso generalizado, pone los pelos de punta.

Mis pobres niños, pues ahí estuvieron, encerrados, sin subir siquiera a la terraza (donde nunca sube nadie) porque estaba prohibido hasta eso. Y ahí dentro, pues hicimos de todo. Corrimos, saltamos por encima del sofá, preparamos circuitos peligrosos por el pasillo con lanzamiento de agua incluido, pintamos por todas partes (si, por todas), cantamos en el balcón con micro y altavoz, tuvimos cole y fiestas, hicimos pompas por encima de nuestras posibilidades, teatros de marionetas, celebramos cumpleaños, hicimos dulces caseros e incluso tuvimos que desalojar una habitación después de encender una bengala. Pobrecitos. Han sido los últimos, con menos derechos que los perros, y siempre han tenido una sonrisa y un abrazo para los demás. Y lo peor, es que siguen sin pensar en ellos…

Y cuando se pudo, pues salimos a la calle y nos hinchamos de helados, fuimos en bici y en patinete, a comer, a la playa, a cenar, al médico, a ver a los abuelos, a bañarnos, al parque, a la pelu, de viaje a la playa, al cole!!! incluso, hemos ido de comunión. Todo con nuestras flamantes y preciosas mascarillas y nuestros botes de gel, of course.

Pero yo qué quieren que les diga… no desescalo. He ido a la pelu a tener una imagen digna de nuevo (aunque mi flequillo ha sido víctima de la ausencia de cuidado capilar pandemier), y casi ya me he quitado el uniforme de la pandemia… Lo de ir siempre con vaqueros y jersey ha hecho mucho daño, y no logro componer un look decente, las cosas como son.

En lo emocional, sigo en el 14 de marzo. No tengo miedo al contagio, ni a salir ni a ver a la gente, pero la verdad es sigo en estado de shock. Al final, la vida puede dar un giro de 180º en aproximadamente 15 segundos, y lo cierto es que no estamos preparados. O al menos, yo no lo estoy. Sufro mucho por mis hijos, mi familia y mis amigos, y aunque ya no lloro cada 8 horas, quiero volver al 10 de marzo, o mejor al 7, cuando me fuí al teatro con mis amigas y acabé bailando en una verbena gay en una noche suave de casi primavera.

Siento que me han robado el mes de abril. Y el de mayo, y el de junio. Y lo que más me fastidia, es que cuando estaba dispuesta a dejar cosas atrás y vivir, pues va y viene una pandemia mundial. Espero que poco a poco, el tiempo me ponga en mi lugar, y esto no se convierta en un valle de lágrimas. Y espero que la vida me traiga alguna alegría, que ya me toca.


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